Wednesday, September 27, 2006

Capítulo 20- Rayuela (fragmento)



22 de abril 2006



-Te tengo tanta lástima, Horacio.

-Ah, eso no. Despacito, ahí.

-Vos sabés que yo a veces veo. Veo tan claro. Pensar que hace una hora se me ocurrió que lo mejor era ir a tirarme al río.

-La desconocida del Sena... Pero si vos nadás como un cisne.

-Te tengo lástima -insistió la Maga-. Ahora me doy cuenta. La noche que nos encontramos detrás de Notre-Dame también vi que... Pero no lo quise creer. Llevabas una camisa azul tan preciosa. Fue la primera vez que fuimos juntos a un hotel, ¿verdad?

-No, pero es igual. Y vos me enseñaste a hablar en glíglico.

-Si te dijera que todo eso lo hice por lástima.

-Veamos -dijo Oliveira, mirándola sobresaltado.

-Esa noche vos corrías peligro. Se veía, era como una sirena a lo lejos... no se puede explicar.

-Mis peligros son sólo metafísicos -dijo Oliveira-. Créeme, a mí no me van a sacar del agua con ganchos. Reventaré de una oclusión intestinal, de la gripe asiática o de un Peugeot 403.

-No sé -dijo la Maga-. Yo pienso a veces en matarme pero veo que no lo voy a hacer. No creas que es solamente por Rocamadour, antes de él era lo mismo. La idea de matarme me hace siempre bien. Pero vos, que no lo pensás... ¿Por qué decís: peligros metafísicos? También hay ríos metafísicos, Horacio. Vos te vas a tirar a uno de esos ríos.

-A lo mejor -dijo Oliveira- eso es el Tao.

-A mí me pareció que yo podía protegerte. No digas nada. En seguida me di cuenta de que no me necesitabas. Hacíamos el amor como dos músicos que se juntan para tocar sonatas.

-Precioso, lo que decís

-Era así, el piano iba por su lado y el violín por el suyo y de eso salía la sonata, pero ya ves, en el fondo no nos encontrábamos. Me di cuenta en seguida, Horacio, pero las sonatas eran tan hermosas.

Rayuela- Julio Cortázar



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