Esta endemoniada ciudad se vuelve cada día menos respirable. Me acorrala, y yo en medio dejándome aplastar, planeando esconderme en un rincón de asfalto donde volverá a encontrarme sin duda. Hace días que aquí el clima está húmedo, caluroso, asfixiante como un circuito místico que ahorca o se desploma sobre las calles, sobre las casas, sobre mí.
Estoy sentado en medio de la noche, las putas se pasean frente a la puerta, pero yo tengo una cicatriz que se manifiesta desesperadamente en mí y que no va a cesar hasta que los perros furiosos dejen de ladrar dentro de mi cabeza o asesine la noche frente a sus ojos.
La locura ataca mis sentidos, está durmiéndolos uno a uno hasta arrancarme el corazón. No camino, es este inexplicable sentimiento el que me mueve.Mis amigos comentan a escondidas la procedencia de tanta insanidad, creen que no escucho, que no sé, que tengo atada la conciencia al alma ¿Qué alma? Si un enigma de siete letras la tiene consigo, deshecha entre sus manos que también llevan su nombre: Melibea, Melibea, me asalta nuevamente esa voz en el teléfono, en la puerta de una casa, en la calle, libre de las miradas de tus padres, de la gente, de todo el mundo que sin querer se enreda en esta historia, Melibea, ¿por qué no has podido amarme? ¿Por qué el repentino resplandor nocturno de esta ciudad no se vuelve a mi favor? ¿No es más normal rodearme de mentiras para vencer esta oscuridad de infierno dormido?
Si me miento, es para combatir este insomnio de su ausencia que cae en los hombros.
Si me miento, es una fórmula de esconder la frustración.
Si me miento, es por los abrazos que nos debemos, por el torpe ejercicio de la ternura que sin saber practicamos.
Si me miento, es por todas noches que no pasé ahogado en su pecho silente, que no conoce lo que es el amor.
El amanecer, lejos de ser una tregua de esta herida, no es más que la prolongación de un color ciego que sin sus ojos no lograré descifrar.
La tarde transcurre entre una música irreconocible y los sedantes amontonados en mi garganta, apenas alcanzo a nombrarla. Quiero dormir antes que me atrape la noche, antes que tenga volver a soportar una noche más sin ella. El ruido de los autos en la calle casi hace explotar mis oídos, no quiero mirar, las alturas evocan su rostro en el suelo…ya está oscuro, es inevitable el término del atardecer, las manos de mi madre no lo impedirán, ni el sonido armónico de la verdad, ni el sexo luminoso de una criatura azul o mis venas explotando en orden cósmico encima de su recuerdo.
Ella no va a llegar.
Estoy parado sobre una cornisa que tarde o temprano va a ceder a la fuerza de mi dolor. Hoy, si hay un Dios, debería acordarse de mí.
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